jueves, 10 de diciembre de 2009

Lectura interpretativa de Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson

Por Milka Mirella Medrano Panduro

La obra El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde fue escrita por Stevenson y publicada por primera vez en inglés el año 1886. Al inicio, el manuscrito fue al principio vendido como una edición en rústica por un chelín en el Reino Unido y un dólar en los Estados Unidos. Al principio las tiendas no hicieron provisión de la novela hasta que una crítica favorable apareció en The Times el 25 de enero de 1886, dentro de los siguientes seis meses fueron vendidas cerca de cuarenta mil copias. Hacia 1901 se estimó que se habían vendido más de 250.000 copias.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es considerado como una obra clásica y trascendental, ya que es reconocida a nivel mundial, debido a que, a pesar de que ha sido publicada hace muchos años, su tema aún tiene relevancia y la obra es leída, hasta nuestros días, con mucho interés.

Esta novela abarca el tema del doble, del desdoblamiento de personalidad. El tema del doble ha sido tratado por otros autores que antecedieron a Stevenson, por ejemplo Hoffmann en Los elixires del Diablo, e incluso se han trabajado desde la mitología griega y romana.

Aunque el tema del doble no es nuevo cuando Stevenson lo trabaja, podemos decir que si es nuevo los elementos que utiliza para desarrollar el tema.
Stevenson incorpora un brebaje, el cual se relaciona con el elixir que Medardo bebe en Los elixires del Diablo. Este elemento y el doble son los acercamientos que este autor tiene a Hoffmann; sin embargo, la diferencia en el elixir y el brebaje es que el elixir vino del diablo, pero es brebajo lo hizo Jekyll, se puede notar el avance científico que hay. Además, Stevenson trabaja el doble de manera diferente, ya que ocurre una transformación física del propio sujeto, es decir, ya no es otro individuo, ni es sólo un problema interno.
En la obra, Jekyll dice que le ha dado fuerza motora a su maldad.

Jekyll y Hyde son dos personajes antagónicos, uno representa al bien y el otro al mal.
La diferencia entre ambos personajes se puede notar en sus aspectos físicos y en sus formas de actuar, sin embargo también lo notamos en los lugares en donde viven o donde permanecen.
En la obra se presenta la descripción física de ambos. Jekyll es “Un cincuentón alto, buen mozo, de rostro sereno, quizás con algo como una sombra de disimulo, pero con todos los rasgos de la inteligencia y la bondad, mostraba en la mirada un cordial y caluroso afecto”
Por otro lado, de Hyde, quien es descrito casi siempre del mismo modo por las diferentes personas que durante el relato se encuentran con él, se dice que “Hay un no se qué en su aspecto que no es normal; algo desagradable, francamente detestable. Jamás he visto a nadie que me inspirara tal repulsión y, sin embargo, apenas se por qué. Debe de tener alguna deformidad; da una impresión de cosa contrahecha aunque no puedo especificar en qué consiste. Es un hombre de aspecto extraordinario y, a pesar de eso no puedo decir que tenga nada que se salga de lo corriente”
Existe una clara diferencia entre ambos, uno es alto y buen mozo, al que la sociedad premia por su existencia; el otro, enano y aparenta una especie de deformidad, representa la parte más baja de una sociedad que lo condena, por esta razón se habla de una deformación.
La diferencia u oposición que hay entre ambos personajes, también se manifiesta en los barrios en donde viven o el lugar que ocupan en una casa.
Hyde vive en Soho, lugar más bajo y corrompido de Londres, zona en la que solían realizarse todos aquellos pecados que la sociedad de la época condenaba. Por otro lado, el barrio en el cual estaba la casa de Jekyll, estaba ubicado en el centro de Londres.
Las principales diferencias que pueden notarse entre los dos barrios son: la limpieza que se ve en cada uno de ellos, el de Hyde es sucio y se marca el echo de la existencia de fango en las calles. Soho es un barrio de clase baja habitado por vagabundos, niños harapientos y prostitutas. Además esta poblado de sucias tabernas y tiendas baratas. También se muestra que Soho es un barrio oscuro y envuelto en la niebla. Podemos decir que esto se debe a que todo lo que allí ocurre no está bien visto y por eso es mejor mantenerlo entre sombras.
Por otro lado también se pone al descubierto la cuestión de que uno es un barrio habitado por personas de clase alta y que a la vez existen comerciantes que se han esmerado por embellecer el lugar. Esto de debe a que todo lo que allí ocurre no está bien visto y por eso es mejor mantenerlo entre sombras. En contraposición el barrio de Londres es luminosos ya que su función era la mostrar lo importante de lo que el poseía.
Londres se caracterizaba por tener calles estrechas y limpias, los habitantes tenían muy buena posición, se destacaba el orden, la prolijidad y la limpieza, los habitantes eran muy detallistas.
También se puede hacer la diferencición en la misma casa de Jekyll.
El científico ocupaba la parte delantera la cual era la mas amplia, calida y vistosa en cambio a Hyde le fue reservada la zona del laboratorio, la cual se hallaba en la parte trasera de la casa, era opaca, sucia y no poseía ventanas. Esto muestra que dentro de una misma cosa a Hyde le correspondía ocupar el lugar más oculto y sombrío de todos.

Podemos asociar las dos personalidades con la casa de Jekyll,
La casa del Dr. Jekyll tiene dos puertas, una trasera que da a un callejón sombrío y luego a callejuelas que llevan al doctor, en la noche, hasta Soho; la otra, guardada por un honorable mayordomo, pertenece a la fachada, la más noble de una plaza antigua, y recorta la figura alta, distinguida y respetable del doctor, camino de sus reuniones de sociedad o de sus particulares quehaceres caritativos. Las dos puertas llevan cada uno a su ámbito: a la sociedad respetable y al placer nocturno. Jekyll se dirige al laboratorio, desde una de ellas, desdoblado en dos personas cada día y cada noche más difíciles de armonizar.
Hyde y Jekyel tuvieron cada uno su puerta, cada uno su vida, cada uno un yo, pero una sola memoria y compartiendo el mismo gabinete.

En esta novela podemos ver que hay un conflicto interno en Jekyll, conflicto entre el bien y el mal. Jekyll plantea que “Aunque tan profundamente dual, no era en absoluto hipócrita; ambos lados de mi eran perfectamente honestos; era yo mismo tanto cuando dejaba de lado cualquier restricción y me sumergía en la vergüenza como cuando trabajaba…” Finalmente, Stevenson propone que la naturaleza humana esta conformada por las dos fuerzas internas, pero él considera que más adelante se podría decir que “... el hombre será finalmente conocido como una mera conjunción de personalidades múltiples”
Coincido con Stevenson en que todas las personas están conformadas por el bien y por el mal; sin embargo debemos preguntarnos qué es el bien y qué es el mal. Debemos tener en cuenta que no podemos dar una definición exacta de lo que son estás fuerzas, debido a que lo que para algunos está bien, para otros no lo está. Las ideas de estas fuerzas varían por el punto de vista de las personas y la situación en la que se encuentren.

En esta novela, Stevenson representa la hipocresía a través de sus personajes Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
El doctor Jekyll es un hombre inteligente, conocido y estimado que debe guardar las apariencias ya que tiene una reputación que debe proteger, como él mismo lo dice: “… el peor de mis defectos era el temperamento un tanto alegre e impaciente, que ha hecho la felicidad de muchos, pero que he descubierto que resulta difícil de conciliar con mi imperioso deseo de ir siempre con la cabeza alta y presentar en público una apariencia seria.”
Mientras que Hyde es el que le permite a Jekyll ser él mismo y hacer lo que quiera sin preocuparse de lo que los demás puedan decir. Hyde es el disfraz del que se vale Jekyll para tener la libertad, de ser quien era, que la sociedad oprime.

Incluso antes de que se diera la transformación de Jekyll en Hyde, ya se puede notar que hay una duplicidad que está presente en el doctor Jekyll, una duplicidad que justamente radica en lo que él es para sí mismo, quiere ser y en lo que él es para los demás, lo que debe ser. Jekyll dice: “De ahí que ocultara mis placeres, y que cuando alcancé los años de la reflexión y empecé a mirar a mi alrededor y hacer balance de mis progresos y de mi posición en el mundo, estuviera ya sumido en una profunda duplicidad en mi vida.” De esta cita nos damos cuenta que la duplicidad surge sin que nos demos cuenta, es al final que notamos que ya no podemos salir de ese mundo de mentiras en el que muchas veces, ni siquiera nosotros notamos la división de lo que somos y lo que aparentamos.

Si bien es cierto, el tema que Stevenson trata en su obra, acerca de la hipocresía y doble moral, es un tema que ha tenido vigencia a lo largo de todo este tiempo, se debe considerar que en su época fue una crítica a la sociedad en la que vivía. Recordemos que él vivió en el periodo victoriano, donde se dieron grandes cambios científicos, industriales y se tenía una rigidez moral que fue decayendo al pasar de los años, y la obra ha sido considerada como "una de las mejores descripciones del período victoriano por su perforante descripción de la dicotomía fundamental del siglo XIX: Respetabilidad externa y lujuria interna."

En la obra, encontramos que Jekyll menciona lo siguiente: “Los placeres que me apresuré a buscar, como ya he dicho, debajo de mi disfraz, eran indignos; difícilmente podría utilizar un término más duro.” Sin embargo, R. L. Stevenson nunca llega a mencionar cuáles eran esos placeres indignos a los que Jekyll, en la figura de Hyde, se entregaba o buscaba en sus incursiones.
Podemos decir, por el contexto ya mencionado de la obra, que entre los placeres a los que Hyde se refiere se encuentran el alcoholismo, homosexualidad, adulterio y otros que tenían lugar en el periodo victoriano.
Además, debemos tener en cuenta que el propio Stevenson fue un gran bebedor desde muy joven, lo cual, como ya sabemos, no era bien visto o aprobado por la sociedad en donde vivía, e incluso falleció queriendo abrir una botella de licor.

Es importante que tengamos en cuenta que no siempre existió un Mr. Hyde en Jekyll, el mismo Jekyll escribió en la carta a Utterson que “Si hubiera abordado mi descubrimiento con un espíritu más noble, di me hubiera arriesgado al experimento mientras me hallaba bajo el dominio de aspiraciones más generosas o piadosas, todo hubiera sido de otro modo, lejos de aquellas agonías de muerte y nacimiento. Me hubiera convertido en un ángel en vez de un demonio. La droga no poseía acción discriminadora; no era ni diabólica ni divina; simplemente derribaba las puertas de la cárcel de mi constitución; y, como los cautivos de Filipos, salió lo que había dentro. Por aquel entonces mi virtud estaba dormida; mi maldad, mantenida despierta por la ambición, estaba alerta y rápida a hacerse con la ocasión; y lo que salió proyectado fue Edward Hyde.”
Lo que Stevenson nos trata de decir con el anterior párrafo es que el lado malvado, representado por Hyde, que está lleno de vicios y placeres indignos surge como producto de los vicios de la sociedad, es decir, que es la misma sociedad en la que vive la que ha corrompido a una persona con aspiraciones generosas o piadosas. Al pasar de los años, la ingenuidad de las personas se va perdiendo, es justamente la misma sociedad que “rechaza” los malos hábitos, actos prohibidos para ellos, la que lo convierte en la persona desagradable en la que se ha convertido.

Esta novela es altamente simbólica.
Podríamos citar como ejemplo el propio título de la obra.
Hyde tiene la misma pronunciación que “hide”, palabra en inglés que significa ocultarse, esconderse. Justamente esta es una de las características que se le puede atribuir a Edward Hyde en la obra, porque a él muy pocas personas lo conocen ya que no habla con nadie y tiene un aspecto desagradable para todos los que lo veían, además este individuo, después del crimen que cometió, debió esconderse.
Por otro lado, Jekyll tiene la misma pronunciación que la palabra “ye kill” que significa “matáis” o vosotros matáis”, donde se relaciona con su propia muerte.

Considero importante resaltar que en esta obra no ha habido ninguna participación importante de la mujer. Todos los protagonistas han sido varones, a excepciones de algunos personajes incidentales como la ama de llaves de Hyde u algunas mujeres que son mencionadas en general para avisar de su presencia.

Lectura interpretativa de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Schelley

Por Sabely Vivar Arias
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Considero que la obra por un lado busca resumir los miedos de una sociedad en proceso de cambio, ya que no sólo se transforman la naturaleza y la sociedad, sino también la mentalidad y la lengua de los hombres, una Inglaterra que se llena de angustia e interrogantes ante los vertiginosos cambios provocados por la Revolución Industrial y un constante enfrentamiento entre ciencia y ética.

En la obra los roles de sexo cambian por completo, dan un gran giro pues ahora, por primera vez, el hombre es el que engendra a la criatura, aunque lo que resulta es un aborto viviente destinado a la marginación. Este ser es tan dependiente como la mujer de su momento y, al igual que ella, tiene que iniciarse en el conocimiento del mundo sin ayuda. Se trata de un monstruo diseñado a partir de pedazos de seres humanos, que termina desarrollando sus propias ideas y sentimientos, una clara asimilación al papel de la nueva mujer que, como ella, su madre o el propio Frankenstein, son vistos como algo abominable que contradice todas las creencias predominantes hasta el momento. Es una clara muestra de lo que buscaba presentar Mary. Además Frankenstein adopta la forma de una narración confesional (la que tradicionalmente se atribuye a las mujeres), a pesar de que las tres voces claves del relato (Walton, Frankenstein y la criatura) son masculinas.

Frankenstein, como casi todas las novelas góticas de su período, mezcla una temática intensa y marginal con una especulativa y que presenta ideas sin precedentes.[ En lugar de focalizarse en los giros y cambios del argumento, la novela resalta las luchas mentales y morales del protagonista, Víctor Frankenstein, y Shelley combina el texto con su propia dosis de romanticismo político, el cual critica el individualismo y el egocentrismo del romanticismo tradicional.[]
Podemos ver como Víctor Frankenstein se rebela contra la tradición, crea vida y modela su propio destino. Estos rasgos no son retratados positivamente; como escribe Blumberg, «su impecable ambición es un engaño a sí mismo, disfrazada como la búsqueda de la verdad». []Frankenstein debe abandonar a su familia para cumplir su ambición.
Mary Shelley creía en la idea basada en los pensadores de la Ilustración de que la gente podía mejorar la sociedad a través del ejercicio responsable del poder político, y temía que la práctica irresponsable de ese poder llevaría al caos. En la práctica, sus obras critican ampliamente a los pensadores del siglo XVIII tales como sus padres, los cuales creían en que debería generarse un cambio. El monstruo de Frankenstein, por ejemplo, lee libros asociados con ideales radicales, pero la educación que obtiene no le sirve.

Sin embargo se concibe que el “monstruo” es en realidad un ser que siente, que valora y que sufre por el rechazo; por no poder encontrar su identidad, se siente extraviado ante un mundo que jamás se le fue presentado, un mundo que lo ve como elemento inservible y dañino, por tanto La criatura de Víctor Frankenstein, que se apropia del nombre de su creador, es un “ser bello”, que aprende a hablar y lo hace con gran elocuencia. Es un ser fuerte, de sentimientos profundos que se encuentra perdido en un mundo que intenta comprender. Pero sobre todo es un ser condenado a la soledad y esa es la gran tragedia de esta historia. Es así que no sólo él muestra interés en querer conseguir alguien que esté junto a él, que lo entienda y que lo valore por lo que es, sino que también ya en las cartas de Robert Walton, el aventurero que en el polo Norte halla a Víctor Frankenstein, se expresa añoranza por no tener la compañía de una persona con la que coincidir en gustos e intereses y se insiste en lo importante que es para las personas la amistad, es así que el tema de la soledad, de la tristeza por la falta de compañía es central en la obra. Por eso, la reacción del monstruo al serle negada una compañera es tan atroz. Jura vengarse en la noche de bodas de su creador y así lo hace, matando a Elizabeth, la enamorada de Víctor desde la infancia.

Se puede entender de esta manera que, Frankenstein es una novela que rompió los cánones de su época. Aunque los personajes principales sean hombres, la visión femenina de la creación de la vida, de la concepción y la destrucción, está presente en todos los pasajes y eso la convierte en aún más moderna. Porque cuando Robert Walton añora un amigo, es Mary Shelley quien nos está dejando sus pensamientos más íntimos. Ella se puede reflejar en el aventurero, el joven científico solitario, el monstruo dolido que clama venganza. Su vida fue muy dura. Mary Shelley sabía bien lo que significaba dar vida y perderla trágicamente.

Además la autora también reivindica el papel femenino desde su propia manera de plantear el relato. Mary Shelley publicó la obra en su primera edición (1818) de forma anónima y la estructuró como un relato compuesto por distintas narraciones-retazo incrustadas unas en otras al igual que la criatura. Esta obra contiene serias y profundas implicaciones ideológicas, a pesar de la temprana edad que tenía Mary Shelley cuando la escribió. Digo esto porque contiene aspectos latentes de la crisis social, religiosa y metafísica de la historia de Occidente a partir de la Revolución Francesa.

Mary Shelley produjo algo nuevo: el monstruo de Víctor Frankenstein es el primer gran mito de la era industrial, en el que Dios está ausente y el hombre científico hace el papel de creador. El hecho de que en esta creación no haya participación femenina alguna lo convierte, además, en un mito único. El arraigo de este mito quizá se explique por el hecho de que anuncia muchas de las preocupaciones que ha suscitado el progreso científico, y también porque alude a la naturaleza dual del hombre.
Frankenstein, con su gran equilibrio entre lo exterior del relato de aventuras y la profundidad de la psicología de los personajes, muestra la madurez intelectual que su autora tenía a los diecinueve años. Sin embargo, parte de su valor reside en la abundancia de saber que revela. Mary Shelley tenía una cabal comprensión de la ciencia y de la empresa científica de su época; conocía el evolucionismo de Erasmus Darwin, el galvanismo, la electricidad, los descubrimientos de la fisiología. Parece ser que Mary Shelley conocía las teorías de un médico y filósofo naturalista llamado Erasmus Darwin (abuelo del famoso Charles Darwin) que establecía analogías entre el fluido eléctrico y el fluido nervioso. También se cree que la figura del doctor Frankenstein estuvo basada en la personalidad de un físico y filósofo escocés llamado James Lind (1736-1812) que había sido el tutor científico de su marido cuando estudiaba en Eton, que había filosofado sobre la naturaleza del principio vital, el galvanismo y los procedimientos de reanimación de personas ahogadas o asfixiadas. Pero aunque Mary conocía estas teorías, es indudable que estaba más interesada en sus consecuencias morales que en los detalles científicos de las mismas.

El personaje prometeico por excelencia de la novela Víctor. Es el nuevo Prometeo al que hace referencia el título de la novela de M. Shelley. En este caso se manifiesta su prometeismo por sus pensamientos, palabras y actos. En el capítulo 1, del volumen I, menciona Víctor sus pensamientos juveniles, influidos por las quimeras esotéricas o herméticas: la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida, la eliminación de la humanidad de toda enfermedad y a hacer invulnerables a los hombres a todo (exceptuando la muerte violenta) y la provocación a voluntad de fantasmas y demonios. Es posible encontrar en estos pensamientos algunas características asociadas al prometeismo: el ansia de conocimientos y el objetivo de beneficiar a la humanidad con conocimientos y técnicas que mejoren su situación y la ayuden a superar los aspectos más negativos y tristes de su condición. La actitud de Víctor es algo interesada, aunque sus intereses no sean burdos o de tipo material (consecución de riquezas), ya que busca la fama o el reconocimiento de sus semejantes, en comparación con el aparente desinterés que caracteriza a Prometeo.

No obstante, Frankenstein siempre será para muchos ese monstruo anónimo que sólo heredó de su padre el apellido. Un ser nacido contra su voluntad, como todos nosotros, pero que asumió su existencia e intentó vivir y morir bajo sus reglas. Pero también se ha convertido en el paradigma de la ciencia por excelencia, la frontera oscura y tenebrosa que quiere, o debe, establecer los límites a la investigación científica. Con ello, se muestra claramente que La novela de Shelley revive un temor primigenio del ser humano que lo coloca en una disyuntiva: la tecnología se le hace cada día más indispensable para asegurar su existencia, pero a la vez le agobia pensar que puede causar su exterminio, ser víctima de su propia creación.

Dentro de la obra, son muchos los temas que pueden comentarse al leerla. Dentro de ello podemos encontrar:
El principio de la vida y el mito de la creación.
La libertad y la responsabilidad.
La presencia de los sobrenatural y lo horrendo y de la propuesta científica.
La falta de neutralidad de la ciencia.
La imaginación y la razón. La emoción y el intelecto.
La instrucción y la necesidad de independencia de las mujeres.
La formación de la personalidad en la relación con otras personas.
El ansia de saber.
La creación y la destrucción de nuestros propios monstruos.
El buen salvaje y la corrupción de la inocencia.
El conflicto entre el creador y la criatura, entre el padre y el hijo.
El rechazo de la pena de muerte.
La exaltación de la amistad.

La riqueza de significados de Frankenstein o el moderno Prometeo ha dado lugar a múltiples interpretaciones y a que, siglo y medio después de que una joven de dieciocho años la escribiera, se siga llevando al cine, al teatro o a otros medios de expresión como el cómic.
Dentro del cine se puede ver que la magnífica obra llega a ser desfigurada, por sus diferentes adaptaciones, así en 1910 se presenta la primera adaptación en cinta de 16 minutos es la primera adaptación a la pantalla de los personajes de la novela de Mary Shelley y fue producida por Thomas Alva Edison. La película fue rodada en cine mudo y cámara fija en plano general durante toda su duración. También se conocen versiones como:
1931 - Frankenstein (El doctor Frankenstein). D: James Whale.
1939 - Son of Frankenstein (La sombra de Frankenstein). D: Rowland V. Lee.
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1994 - Frankenstein (Frankenstein, de Mary Shelley). D: Kenneth Branagh.

Es claro que la novia de Frankenstein no tiene ninguna relación con lo presentado en la novela, y quizás sea a través de estas adaptaciones que la novela no ha podido ser difundida correctamente y se ha creado en la mayoría de personas una idea errónea de lo que representa y de lo que contiene la obra en sí.
En pleno siglo XXI, el avance científico-tecnológico plantea nuevamente la vieja disyuntiva: biotecnología, terapia genética, clonación,...las posibilidades para mejorar las condiciones de existencia del hombre se perfilan infinitas, aunque también podría significar el fabricar seres humanos a gusto del cliente. La cibernética aplicada a la salud está cada vez más cercana como por ejemplo el uso de prótesis robóticas más refinadas, es decir, el ser vivo se integra al autómata, Todo esto nos atemoriza al modificarse radicalmente la relación del hombre con la naturaleza. En las sociedades más tradicionales las funciones del individuo estaban claramente definidas y había armonía entre la naturaleza, la sociedad y el hombre. La ciencia hizo desaparecer este marco y esta seguridad, lo modificó todo radicalmente y creó una inseguridad ante los cambios y la ruptura del equilibrio.

Lectura interpretativa de La guerra de los mundos de H. G. Wells

Por Marco Antonio Yugra
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En primer lugar me detendré a exponer los argumentos que sustentan la interpretación generalizada a La guerra de los mundos, la cual indica que el autor realiza una crítica a la sociedad de su tiempo: la época victoriana y el expansionismo y colonialismo inglés. En segundo lugar expandiré la primera interpretación de la novela de Wells y diré que ésta muy bien se puede extrapolar a la actualidad y hacer su crítica extensible a la humanidad, a la sociedad humana en general.

Se suele reconocer a La máquina del tiempo, El hombre invisible y La guerra de los mundos como precursoras de la ciencia ficción. Esta mención es justa y correcta, ya que el término ciencia ficción no aparecerá sino hasta mediados de la segunda década del siglo XX. Además, recordemos, parafraseando a Walter Mignolo, que sólo se puede encontrar elementos fantásticos, en este caso elementos de ciencia ficción, una vez que se ha tomado conciencia del concepto, el de ciencia ficción, para esto tal término tiene que haberse creado primero y haber luego ingresado en la comunidad hermenéutica. De esta manera no podemos decir que Wells escribió ciencia ficción, pero sí que es precursora del género.

“La asociación de las dos palabras (sciencie fiction) no se produjo hasta 1926, cuando fue inventada por un inspirado editor americano, Hugo Gernsback, fundador de la revista Amazing Stories, para definir el tipo de historia que le gustaba, en la a las maravillas de la ciencia de principios del siglo XX se unían los antiguos temores, visiones y deseos de nuestras primeras literaturas. Para entonces Wells ya había cumplido los sesenta años y publicado lo mejor de su obra. Los jóvenes autores de ciencia ficción patrocinados por Gernsback reconocieron en Wells (y en Julio Verne, Poe, Mary Shelley y hasta Swift y Voltaire) a sus precursores. Sin quererlo, Wells se convirtió en un clásico del nuevo género” (Manguel, 2006).

La guerra de los mundos es interpretado como una crítica a las naciones coloniales en África, Asia y América de algunos países como Francia, Alemania y, principalmente, Reino Unido, que desde 1880 hasta los comienzos de la primera guerra mundial, se disputaban y competían por la adquisición de territorios de ultramar. La justificación de estas conquistas fue “el poder de la razón” sobre los individuos inferiores; y ya que Europa siempre ha tenido una tecnología superior, lo que les ha otorgado la condición de superiores, creyeron tener la misión de conquistar todos los países y pueblos. El ejército y la flota naval otorgaba la seguridad adecuada para llevar una vida tranquila y sin preocupaciones, porque total ¿quién podría con una nación tan poderosa como Inglaterra?

“Los ingleses se creían dueños de uno de los imperios más grandes de la historia y una posible invasión extraterrestre o cualquier tipo de catástrofe resultaba risible, casi impensable para ellos” (Piña, 2009). Tan seguros se sentían los ingleses de aquella época que Wells los retrata en su novela:

“Mi vecino opinaba que las tropas destruirían o capturarían a los marcianos durante la jornada.
─Es lástima ─me dijo─ que no permitan que las gentes se aproximen. Sería curioso saber cómo se vive en otro planeta, algo se aprendería”

No sienten temor, al inicio, porque su falsa seguridad los ciega, minimiza el peligro que supone la invasión marciana. Ni siquiera la proximidad de otro cilindro los conmueve. El único temor que tienen es el de perder su dinero, sus valores materiales.

“─Dicen que ha caído allí otras de esas benditas cosas, la número dos. Pero ciertamente, ya tenemos bastante con una. Este asunto costará un pico a las compañías de seguros antes que todo se arregle.”

Esta seguridad se transforma en soberbia e hipocresía.

“Pero el hombre es tan vano, tanto le ciega su vanidad, que ningún escritor antes del fin del siglo XIX expresó el pensamiento de que allí lejos la vida intelectual, caso de existir, se hubiera desarrollado muy por encima del humano nivel”

“Con infinita suficiencia iban y venían los hombres por el mundo, ocupándose en sus asuntillos, serenos en la seguridad de su imperio sobre la materia. ¡Es posible que bajo el microscopio obren de igual manera los infusorios!”.

Y sobre la vida en Marte.

“A lo sumo, los habitantes de la tierra se figuraban que en el planeta Marte podía haber otros hombres, inferiores probablemente a ellos, y dispuestos a recibir con los brazos abiertos cualquier expedición misionera. Sin embargo, a través de los abismos del espacio, espíritus que son a los nuestros lo que nuestros espíritus son a los de las bestias de alma perecedera; inteligencias vastas, frías e implacables, contemplaban esta tierra con ojos envidiosos y trazaban con lentitud y seguridad sus planes de conquista. Y en los comienzos del siglo veinte sobrevino la gran desilusión”.

Desilusión al comprobar que los invasores no sólo eran seres inferiores al hombre sino que eran seres muy superiores a él, dotados de mejor tecnología que la humana y de más sofisticados armamentos que la de armada inglesa.

Wells trataba de decirles a sus conciudadanos ¡despierten! ¡Abran los ojos! ¡Si no cambiamos nuestras maneras de proceder vamos a terminar muy mal!

“Estos libros de Wells [sus primeras obras, entre ellas La guerra de los mundos], que a partir de una base científica proponen argumentos fantásticos pero siempre verosímiles, fueron entendidos por varios de sus primeros críticos como un rechazo del espíritu imperialista, autocomplaciente y altivo. Las historias de Wells era para ellos premonitorias: anunciaban el fin de la época victoriana y del falso sentido de seguridad de las clases adineradas. Si Dickens, George Eliot y Elizabeth Gaskell mostraron a sus lectores la Inglaterra de las fábricas y conventillos, y Kipling y Conrad el lado oscuro del glorioso imperio, Wells desplegó ante ellos la visión del mundo del día después de la fiesta, aquello que les esperaba si no cambiaban las condiciones presentes” (Manguel, 2006).

Para denunciar las prácticas colonialistas menciona:

“Antes de juzgarlos con excesiva severidad debemos recordar que nuestra propia especie ha destruido por completo y bárbaramente, no tan sólo especies animales”.

Los marcianos no son vistos por el narrador como seres malos o crueles sino simplemente como un eslabón más de la cadena evolutiva que actúa en consecuencia de la selección natural (Wells era adepto de la teoría darviniana de la evolución), por sobrevivir, porque:

“Su mundo está ya muy frío, mientras el nuestro ofrece plétora de vida, pero plétora de lo que consideran como vida inferior. Y el único medio que tienen de escapar al aniquilamiento que, generación tras generación, merma sus filas, consiste en llevar la guerra en dirección al sol [a la tierra]”.

Vemos, pues, la influencia de los trabajos de Darwin, donde la lucha por la supervivencia no tendría que ser diferente cuando es enfocada a una escala mayor que la planetaria sino interplanetaria.

Por otro lado, la invasión marciana “se presenta como el más eficaz mecanismo de igualación social”, donde “todos, ricos y pobres, grandes y pequeños, son iguales ante las huestes destructoras de los marcianos”.

Ante el peligro, el pánico se apodera de todos, todos somos iguales en una catástrofe, porque cuando una situación excepcional libera al hombre de los condicionantes sociales, el ser humano se transforma por completo, “el hombre vuelve a ser un animal más entre los animales” (Amara, 2005).

“De la misma forma en que un depredador ataca su presa, los marcianos devoran y destruyen a los seres humanos ─se trata de la naturaleza, de un fenómeno que nos excede y que está lejos de la ética y la religión. El caso del sacerdote con quien el narrador tiene que compartir un encierro de varios dísa es emblemático del fanatismo que varios pensadores de la época denunciaban. La fe y la religión se muestran como recursos insuficientes para enfrentar el miedo y la tragedia. (Resaltado mío).

Las personas se vuelven más viscerales porque son el instinto y su animalidad lo que habrán de sostenerlas cuando se agoten los alimentos, destrocen los caminos y el agua sea cada vez más escasa. Los buenos modales y las buenas costumbres británicas quedarán olvidadas porque si bien la educación constituye un conjunto de normas y códigos de conocimiento y conducta que facilitan nuestra convivencia son paradójimente la parte más frágil del mundo de los seres humanos. Ante el Apocalipsis poco puede hacer la educación” (Piña, 2009).

Por último, el marciano, con todo su aspecto repulsivo y cruel, y con ánimo destructivo, no es sino más que un reflejo del hombre, “la guerra de los mundos no es sino la guerra que ya se verifica en la tierra entre las diversas formas vivientes” (Amara, 2005). Si seguimos la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies, el marciano será la constitución futura del hombre. Dice Wells:

“Indiscutiblemente los marcianos representan la supresión de la parte animal del organismo realizada por la inteligencia. Es presumible, a mi juicio, que desciendan los marcianos de seres parecidos a nosotros y que esta transformación se haya operado mediante el desarrollo gradual del cerebro y de las manos (las últimas hasta formar los dos racimos de tentáculos delicados) a expensas del resto del cuerpo. Al suprimirse el cuerpo, el cerebro se trueca en una inteligencia más egoísta, sin ninguno de esos ‘sustratos’ emocionales que caracterizan al ser humano”.

Todo ello implica, al igual que los marcianos, una amenaza tecnificada, el terror y la destrucción. La invasión marciana a la tierra refleja de alguna manera la invasión que los hombres han hecho de los espacios propios de otros espacios animales y vegetales. Pareciera ser que Wells nos dijera que los marcianos somos nosotros.

Luego de la invasión el narrador reflexiona:

“De todos modos, esperemos o no nuevas invasiones, estos acontecimientos nos obligan a modificar grandemente nuestras miras sobre el porvenir de la humanidad. Hemos aprendido a no considerar en lo sucesivo nuestro planeta como segura e inviolable morada del hombre; nunca sabremos prever qué bienes o qué males invisibles pueden sobrevenirnos del espacio. Es posible, en los amplios designios del Universo, que no deje al fin de beneficiarnos la invasión marciana; se nos ha arrancado esa confianza tranquila en el porvenir que es la fuente más segura de degeneración; deben las ciencias a estos sucesos inapreciables dones y han contribuido considerablemente al progreso de la solidaridad entre los hombres”.

Y luego se cuestiona acerca del destino del hombre:

“Por otra parte, es posible que la destrucción de los marcianos sólo signifique para nosotros un aplazamiento. Tal vez el porvenir se encomiende a ellos y no a nosotros”.

Y claro nos queda esa duda con que se cierra el libro: ¿Y si el futuro estuviera escrito para ellos y no para nosotros?